Solo fue una excusa, un pretexto para vomitar toda su ira, sus frustraciones y desencantos. Celebró hallarla esa mañana de Sol, y tránsito de pies y ruedas, y ojos aturdidos.
Regocijándose en su hombría, gritaba fálicamente a través del vidrio, a esa mirada, que del otro lado brillaba perturbada.
Pero cada insulto delataba sus miedos más oscuros, poniendo de manifiesto su vida mediocre. Cada palabra evocaba su inconformidad para con el mundo, (o quizás para consigo).
Yo? yo formé parte del decorado de la escena. Ese berreto y barato que enaltece e incluso justifica la situación dada.