Duatao

Cada uno sobre el otro

Silenciosos nos conocimos,

los abrazos siempre correspondidos

al igual que el misterio que cada uno

tenía sobre el otro compartíamos

 

hasta que una tarde

supimos que

los misterios nunca fueron equívocos.

 

Lo que sentíamos

era cierto.

 

Nuestros espíritus

eran compatibles:

 

solo había que hacerlos hablar.