Mi amor es como ese monasterio que te resguarda. Como piedras en celosa armonía van uniéndose hasta lograr la perfección. Somos un castillo medieval que ha resistido los duros embastes del viento difuso, en cada espacio las ardientes ganas de una pasión como ninguna. Armas de plata de caballeros andantes; escudos con lanzas sin dianas de olvido, te he querido como cuando la herida deja oír el murmullo de arrojo en sus verter sanguíneo. Allá, entre las brumas que ocultan los copos de los árboles observo tu magnifica belleza, has rociado tu alma con tu néctar de maravillas. El amor canta en los coros del viento meridional, se dibuja tu piel en cada corazón de los espejos del agua. Se desgarra mi alma para sentirte en la caricia del arcoirís, no existe distancia entre nosotros. Impertérrito se asoma el monasterio en las colinas de nuestros corazones. Cada piedra sobre piedra somos la perpetuidad de un amor que no lo derribará el tiempo...