8 DE SEPTIEMBRE
La casa donde vivía era una casa pequeña con una entrada de auto,
Pintada de blanco, algunas ramas de arbustos y el crecido pasto
Del ante jardín coloreaban la penosa estancia.
Al entrarse, habitualmente estaba oscura, un aura gélida siempre
Me daba la bienvenida. El páramo le apodé, sin embargo
A esa tierna edad de siete años, me costaba interpretar
Lo que esta estancia nos regalaba, una fulgurante pena…
A esta temprana edad mi conclusión fue que la casa estaba
Enferma…
10 DE SEPTIEMBRE
– ¡Sal de aquí!, ya tienes lo que querías ¿no es así?
Acaso ya estás lo suficientemente crecido… ¡crio!
Ahora déjanos solos con tu padre, y no mires por la ventana
¡Está claro!
Enmudecí y me retiré atónito, me sentí asustado.
Me sentí triste… Apoyado de espalda en la muralla vieja
De ladrillo, caminaba despacio porque no quería que
Escucharan que me fui asustado. El sol se colocaba justo
En el alféizar de la ventanal del living dando un color carmín
En los desabridos sillones y aburridos cuadros.
11 DE SEPTIEMBRE
Me levante para ir a la escuela, no recuerdo si había
Ordenado mis cosas o había hecho mis deberes.
Mis padres trabajaban en ese entonces. Salte de la cama
Y parado en frente de la muralla refregué mis ojos.
Mi ropa estaba en la silla junto a la mesa del comedor y me
Dirigí a buscarlo. Dos pasos o tres, antes de llegar a la puerta,
El techo que daba justo encima de mi cama se derrumba
Escoltado de un sonido perturbador, como si algo hubiese estallado
En mi oído, sentía que mi cuerpo estaba preso e inmóvil del miedo…
CONSIDERACIONES FINALES
Considerando que me quedara unos minutos más acostado,
Ese techo húmedo y lleno de fierros hubiese atravesado mi cuerpo
Y no estaría aquí relatando esto. Años después nos mudamos, pero
Palpo que la humedad y la rabia que la casa embargó, sigue morando
En mi corazón…
Jeovany Mikke