Cada que pasaba la gente le tiraba piedras
y en estampida metía su impotencia
bajo el dorso de su brazo
y ese trato fue patrimonio cultural,
legado por generaciones
pero un día al mundo sorprendió
cuando su vista agudizó
y la hipocresía pensó:
¡al fin se defendió!
¡Pero no!
su putrefacta humanidad inclinó;
la roca que le lanzaron recogió
y bajo el brazo la llevó
hasta la esquina que forman
el olvido y la indiferencia
y en esa parcela construyó un castillo
con las que fueron proyectiles
de repudio
y odio;
las que le procuraron dolor…
le proveyeron techo y calor