A Jacinta.
La alborada primorosa
muestra, los claros del día;
y al despuntar temerosa
sobre la tierra sombría,
como el capullo a la rosa
te quiero yo, madre mía.
Eres fuente de agua pura
que habita, en los corazones;
te alimentas de ternuras
y mueres, de desamores;
y si una pena perdura
sueles callar, tus dolores.
Tuya es mi sangre y mi amor
también mis sienes canosas,
tuya es la espina y la flor
también mis manos callosas,
tuya es la miel y el dulzor
también mi verso... y mi prosa.
Y aunque la vida es tortuosa
no juro, al Señor en vano;
por cada día una rosa
por cada invierno, un verano;
por cada pena reposa
mi corazón, en tus manos.
Las golondrinas medrosas
huyeron, de mi poblado;
y al encumbrarse pomposas
sobre el espacio azulado,
lejos llevaron llorosas
su último adiós, a los prados...
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.