A ver, cuénteme paisano
ese asunto de la luna,
que yo no he visto ninguna,
ayer me acosté temprano.
Compadre, usté ya me ha dicho
que el capataz de la estancia
no soporta la vagancia
y que ese gringo, un mal bicho,
lo explota laboralmente.
Pero mire, yo le digo,
así como un buen amigo,
lo que chismea la gente.
Se dice por esas calles
que no trabaja ni un cacho
y que la pasa borracho.
No me pida más detalles.
¡Patrañas y falsedades!
como dijo un presidente.
Olvídelo y cuente, cuente,
que las suyas son verdades.
OK. Sin temores y de una,
invité a la Rosarito
pa’ que vayamo al campito
pa’ divisar a la luna.
Medio que anduvo mañosa
al principio, pero luego
fue tanto, tanto mi ruego
que accedió la buena moza.
Todo bien, subió a las ancas
de mi caballo tordillo,
la invité con un pitillo,
¡Qué ojazos! ¡Que manos blancas!
Le iba decir que la amaba
que el eclise era un pretesto,
ella impasible, ni un gesto
mientras yo me le arrimaba.
Pero se puso nerviosa
sin estrellas y sin luna,
se levantó y dijo ¡Ahijuna!
¡Ya entiendo como es la cosa!
¡Con qué cuento me ha salido!
¡Son las mismas intenciones
de los otros mocetones
que por aquí me han traído!
Y yo quedé tan turbado...
no le expliqué mi conducta,
intachable, honesta y justa,
ni le dije ¡está nublado!
En lo oscuro de la noche
de un salto montó al equino
y su risa en el camino
era el eco del reproche...
...le había asido una mano
y le miraba a los ojos...
ahora lleno de abrojos
era menos que un gusano.
¡La pucha con el sotreta
se me ha quedado dormido,
tal vez yo me haya extendido
al contarle mi historieta!
Según dice la “Playboy”
en el dos mil treinta y tres
se repetirá otra vez.
¡Y yo la invito! ¡Allá voy!
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Estos octosílabos los escribí en setiembre del año pasado, en ocasión de un eclipse lunar. El dibujo es del artista argentino Florencio Molina Campos)