Casí llevo un mes perdido de esta casa de poemas y escribires.
Estaba cerca, pero sin letras que delataran mi presencia.
Un viernes a media noche no es la mejor hora para testamentar.
Lo se, no es una buena hora. Pero bueno, ¿cual es la mejor hora y el mejor momento?.
Desde que tengo uso de ser, tengo el sentir de que me gustaría morir de repente.
Lo cierto, es que hasta para morir de repente creo que es imprescindible dejarlo todo atado ( y bien atado), y llevar en mano tus propias flores.
Es cierto, mi deseo es tener en vida el placer de saber que los míos no van a rebuscar en los bolsillos de mi mortaja los dineros que no les he dejado porque no existen. Por eso, creo que es fundamental dar en vida lo que no puedes dar de muerto. Y cuando digo dar, me refiero a darme a mi y a dar lo que tenga.
Pero para algunos, eso de dar y darse parece ser tan difícil que tal parece que hasta en su propia muerte creen que van sufrir allanamiento de morada.
Y así nos va.
Yo, de muerto, no quiero jugar al escondite.
Dios me libre.
Y no, no quiero dar de muerto más lata de la que doy de vivo. Dios libre a los míos, también de eso.
Al fin y al cabo mis fracasos y mis sueños los heredare yo, e irán conmigo, y lo demás sera .......¡nada!. Porque lo que tenía que dar ya lo estoy dando o ya lo he dado.