Vuelve, verano, con destellos en el cielo enfermo,
vuelve con las nubes negras y llora entonces, llora tus
recuerdos que son los míos, y crea ríos e invéntate lagos y
mares, y no pares de llorar hasta levantar agua suficiente
para hundir todo grito adolescente clavado en el doliente
diván del tiempo, del mal tiempo, del tiempo ineludible.
Vuelve libre, entonces, verano, en el violeta de las
jacarandas bañándose de sol soberano, y llévate al cielo
el charco bajo mis pies para que en tu retorno ahogues
los olvidos de la vejez con el rayo de la lágrima de un
niño.
Un Diván en el Desván © Polo Piceer, 2013.