A veces te acurrucas
y dejas que la lluvia caiga mansa por tus cabellos,
que de deslice por tu rostro como lágrimas dulces,
que te empape las entretelas del alma.
Y sientes el tic tac de cada gota en tu piel
como un cálido beso,
como las aguas de un útero cósmico
rompiendo mansamente.
A veces las olas bullidoras
acarician tu cuerpo como un satén de espuma,
lamen tu piel con sus lenguas de nácar
y siembran de caracolas tus cabellos,
y sientes a la madre mar arrullarte
y mecerte en sus brazos perfumados
bajo la negra luz del firmamento
salpicada de estrellas.
A veces los brazos de la amada
te sumergen en un lagar sin fondo
y te enredan en una telaraña
de vino y ambrosias
y sientes la llamada de sus aguas,
laguna efervescente,
entonar ese canto de sirena
sensual y desbordado
mientras pierdes reloj y calendario
bebiendo sus espumas.