Sus ojos grandes, limpios, limpios,
robando la luz. ¡Así brillantes!
Mirando la vida entera por delante.
Impecable de blanco. Impecable.
Con su mochila de ilusión
y sus renglones de tiempo.
Con dos trencitas bien armadas,
su compañero chupetín en una mano
y en la otra dos dedos de mamá.
Su corazón late al galope.
De todo, de todo está pendiente.
A su cuaderno le sobra futuro
y a su sonrisa le faltan cuatro dientes.