Hay tardes en que la lluvia luce triste
cual si anduviera vacía de esperanza,
cansada de regates, que al despiste
disimulan disfrutar pues tu te fuiste
y no puede soportar ya la tardanaza.
Tardes hay en que el sigilo está aburrido
e incluso al cielo le nubla la mirada,
pareciera su señuelo se ha perdido
en la bruma de una pena, compungido,
o en la queja de huella de una pisada.
Hay tardes en las que cae a mogollón
sobre escarpadas montañas de la mente,
se oye un rugido o es un grito que insistente
que produce en esa herida un hinchazón
en memoria del reencuentro inexistente.
Pareciera que pidiendo va perdón
como si sintiera verguenza haber caido,
absorta en la tristeza y la emoción
sufrir lamenta la afrenta al corazón
renegando igual que yo de haber nacido.
©donaciano bueno
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