Como los cocodrilos que cazan mariposas con su aliento,
acecho...
Y el mochuelo que irrumpe en el vado de la penumbra,
lúbrico...
Siento que te pruebo, y que centímetro a centímetro
tu piel se va haciendo mía;
y desde la punta de tu cáliz hasta los botones en tu pecho
tu cuerpo grita, lujurioso, mi nombre...
Y tus ojos, otrora suplicantes de clemencia,
exhudan lascivia,
y al final, cuando el camastro se ha inundado de pasión,
y en tu cuerpo febril sólo quedan las huellas del mío,
sabrás que no te amo,
pero que pese a todo, siempre serás parte de mi vida...