Hace solamente veintisiete años,
a nuestras vidas llegaste y los llenaste,
de gran colorido, cual cielo azul celeste,
demostrando del Señor su gran cariño.
Hoy te recuerdo, ya en mis brazos,
con aquella bella y hermosa sonrisa,
tu madre y yo fundidos en un estrecho abrazo,
dándole al Creador las gracias ya sin ninguna prisa.
Hoy día y ya en nuestra ancianidad,
a Dios le agradecemos tan hermoso regalo,
que en alguna ocación lo pedimos con ansiedad.