Me amas,
y sientes el cielo como una gran luz que tiembla.
Todo rencor se desvanece, y tu rostro solitario se refleja.
Me amas, dices.
Desiertas tus manos cubren hogueras de múltiples espantos,
vastos mundos cayéndose al vacío,
ojos donde se perdieron ilusiones
e infranqueables deseos.
Me amas, y vives en el instantáneo soplo, en el imprevisto momento de perder.
G.C.
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