Me tatué tu olor,
tu nombre ya pertenecía a mi piel.
Me tatué todos tus sabores,
intentando olvidar esta soledad,
pero la soledad, cuando se queda sola, es más soledad.
Y en los pliegues de mi piel,
ya no había sitio, para tus labios
y yo intentando recuperar el sabor a mar,
para convertirme en una ola
que me arrastrara a la orilla, para poder respirar,
y pensar que el límite entre el éxito y el fracaso no existe,
existe el fracaso y el éxito,
todo lo demás, es un abismo,
cuesta arriba o cuesta abajo.
Me tatué tu olor,
todavía recuerdo aquel fino punzón,
equivocó la dirección, fue directo al corazón.