Caigamos. Sigamos cayendo. Que el fondo parece arrimarse pero no llega aún.
El vértigo consume el estómago. El viento resopla la cara y seca los labios, la lengua se vuelve áspera.
Caigamos. Con los pies, con los codos, de rodillas.
No contengamos el grito, que desborde la garganta y se haga oír.
Caigamos. Con el alma y con los huesos.
Seamos plenamente, devengamos precipicio.
Luego.
Que el impacto nos vibre las vértebras, nos sacuda el sacro y nos resuene el cráneo. Que se muevan los hilos y el sonido brote por los poros.
Aterricemos en lo más profundo, más allá del pavimento, de la tierra y del agua.
Y.
Transformémonos.