Para cada número hay una flor que crece dentro de una boca , y un viejo judío que desde el tejado de su cabaña vigila las voces de agua verde que flotan dulces en los cementerios hablando de una regla que asegura tener siempre la razón enraizada en los crisantemos.
Los hombres de hoy están cansados de tanta vida, de tanto instinto sin salida.
los números, verdaderos amantes de la paz y de la oración, enemigos de los ángeles, provocan con sus cantos el aleteo de las mariposas luchadoras, que se sientan sobre las grises lápidas para multiplicar sobre el caos de la vida
Se ha abierto la Gran puerta de Israel , y han salido los números dispuestos a gobernar con la razón empobreciendo la sobregenerosidad desmesurada de la naturaleza que alimenta el mundo.
La vida para los números es una perdida que hay que sacrificar.
Salen desfilando desde los rascacielos inflamando como avispas encendidas los templos de los cielos y las cabañas de los perdedores.
Dicen los números que son capaces ellos solos de repartir mejor la riqueza del mundo, por qué no tienen alma y si conciencia matemática.
Los hombres, hechos un rebaño numérico, sin generales, sin capitanes, sin autoridad, han ganado con la calculadora en su autoestima no teniendo nombre y formando solo un número. Orgullosos de si mismos van contentos por su pie siguiendo a los números al matadero.
Uno, como un gigante, el primero va delante, le sigue dos, al que llaman el segundo, después va su hermano menos grande, pero no menos valiente llamado tercero….
Uno, dos y tres.
Uno pierde su pie,
dos la cabeza,
tres la mano.
Ninguno cabía por el anillo donde se ahogan las cabezas.
Juntos a uno, dos y tres los entierran.
En la presa les han puesto su epitafio.
“Uno, dos y tres,
tenían la razón.
Formaban un triángulo,
con un ojo que les llora”
Buscaremos vuestro musgo,
uno, dos y tres
cuando seamos menos inteligentes.
Y la voz de un matemático acreditado diga:
No sabemos a donde vamos.
Angelillo Uixó. A todos los que están muriendo de forma anónima para que salgan los números en ésta crisis , cuyos rostros de difuntos no se recuerdan y debiéramos recordar con cariño como los que tenemos a la entrada de la biblioteca de vall d´Uixó, bajo el título de mujeres anónimas, mujeres luchadoras que trabajan. también aquellos que mueren de asco, de no poder trabajar, asesinados por un número deben tener una voz, un recuerdo fuera de los cementerios.