Desde la torre del acantilado
tocan a muerto
las campanas de la sinrazón.
Monótonas e implacables
esparcen su llanto por el aire.
Cada toque es una ola
derramada en la playa.
Cada ola trae un cuerpo
desperdiciado e inerte;
tan efímero como la espuma
tan anónimo como un grano de arena.
Ha muerto la compasión;
igual que mueren los sueños
al llegar la mañana.
En soledad, en silencio,
borrado todo recuerdo.
El sentimiento de empatía
es una lejana utopía
y la indiferencia
es la voz de nuestra conciencia.
Ya nada nos conmueve
porque estamos huecos por dentro
Como las campanas de la torre
que siguen tocando a muerto