Revoltosa de su madre va naciendo,
reluciente y en un parto acelerada,
cantarina con su lumen afinada
como niño va al dictado repitiendo.
Sobre un lamido pretil ella derrama
sus vivencias, su paciencia y su misterio,
esas ansias de vivir y hasta la llama
de quien sabe hacerlo todo con criterio.
Bendita sea esa música divina
que a espíritu de sentidos les halaga,
la que inspira placidez y al alma embriaga,
tan diáfana, transparente y cristalina.
A constancia nadie gana y a insistente,
susurrante, es un dechado de pureza,
pareciera que allí cae mientras reza,
es humilde, besa el caño de una fuente.
©donaciano bueno
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