danielasedan

ANÁLOGA

Justo cuando desaparecieron los “peros”,

justo cuando a mi vida le sobraba paz

y a mis ojos amaneceres,

- que sólo querían verla a ella -;

llegó.

 

De la misma forma en que los pájaros esperan el abrazo de la primavera,

y mis manos una piel desdoblada para acariciar y sanarla.

 

Llegó.

 

Precisa dentro del balance distópico que la supone

- y que a mí me mueve hasta el último cabello-,

y desordenada en lo que conllevaría tenerla.

 

Me iba a sacudir la vida.

 

Ella, sin ningún esfuerzo,

era capaz de quitar la comodidad de mi paz,

de moverla de lugar,

de lograr que me aburriera de ella

y de hacerme pensar que podía ponerme el mundo en contra

para abrazarla,

y que eso estaba bien,

porque si ella hacía parte de mis brazos

y yo hacía noches en sus partes,

el mundo no tendría quejas ni conocería de desdenes.

 

Me tenía.

 

El encanto que desplegaba podía pasearse todas las mañanas igual que un café y un buen libro

- y créanme que a nada prefiero antes que eso, salvo ella - .

La veracidad de su voz iba de la mano con lo inmenso que entregan sus ojos, o al revés

y sabía hacer que mis heridas no tuvieran otra opción que cerrarse,

porque ella,

la analogía de “arte”,

llenaba todos los huecos en los que alguna vez había hecho falta luz,

 

y los hacía suyos.

 

 

Daniela Sedán