Hugo Emilio Ocanto

Amelia (Relato) -Autor: KAVANARUDÉN- -Interpreta: Hugo Emilio Ocanto- -GRABADO-

Se miró al espejo mientras peinaba su cabellera negra como el ébano más puro.

La imagen reflejada era irreconocible.

El brillo en sus ojos ya no estaba. Se había apagado quizás para siempre.

Su tez, un tiempo de porcelana fina con un toque de rosa en sus mejillas, era opaca y de un blanco marfil.

Su cuello, otrora firme cual columna griega, había envejecido. Surcado de tímidas arrugas que desaparecían en su escotada dormilona.

Sus manos, palomas blancas en vuelo, ahora tristes y cansadas.

Había vivido solo treinta primaveras. Parecía que había sobrevivido a cien.

Sentía todo el peso de la vida aquella mañana de octubre.

Fuera llovía a raudales. Sentía que el mismo sol le negaba cualquier rayo de existencia.

Sentía ganas de llorar, pero lo peor era que ya no tenía lágrimas. 

Habituada estaba a dar siempre lo mejor de si. Era el alma de las fiestas a las que acudía. Su belleza sin igual deslumbraba en las veladas a las que acudía.

A sus veinte años se había casado con el amor de su vida, Santiago de quien tuvo un hijo, Javier. Sus dos grandes amores.

Gran Artista. Considerada un la mejor cantante de ópera de la época.

Aquel día interpretaría Tosca. Su obra favorita en el teatro La Scala de Milán. No era su primera interpretación en La Scala. Lo máximo que puede aspirar una cantante de ópera.

La distrajo de sus cavilaciones los toques a su puerta.

Señora Amelia, disculpe usted si la molesto. Llamó Arturo. Dentro de una hora la vienen a buscar para ir al ensayo general.

Bien Laura, gracias. Estaré lista para entonces – respondió con voz incierta –

Al salir de la habitación, caminando hacia la puerta, se detuvo frente a una foto en donde estaban ella, Santiago y el pequeño Javier. Felices y sonrientes. La acarició y se la acercó a la boca dándole un beso.

En ese momento entraba Laura. Se detuvo sin hacer ruido mirando a Amelia. No quería interrumpir ese momento. No pudo contener sus lágrimas al mirar aquella escena.

Amelia pareció sentir la presencia de su empleada y la miró. Dejó la foto en la mesita.

¿Llegó Arturo? - preguntó -

Sí señora, la está esperando abajo.

Gracias Laura. – prosiguió Amelia - Gracias por todo lo que has hecho por mi durante todo este tiempo. De verdad que sin tu ayuda no sé que hubiere hecho. Gracias.

Laura no pudo pronunciar palabra alguna. Se dispuso a hacer los deberes de casa. Lo primero que hizo fue recoger el periódico que yacía en la escribanía desde hacía tres semanas. En letras grandes se podía leer:

 

Tragedia en el mundo del espectáculo.

Asesinado a sangre fría Santiago Aguilera. Marido de la famosa cantante lírica Amelia Josefina Contreras Sánchez  y su hijo Javier, de tan solo diez años de edad. Desconocidos los motivos de tal brutal asesinato que tuvo lugar mientras la cantante se encontraba en París, en una gira. Los cuerpos, literalmente destrozados, fueron encontrados…..

 

Laura cogió el periódico y lo guardó en la primera gaveta del escritorio.

 

Aquel fue el mejor espectáculo de Amelia. Recibió treinta minutos de aplausos.

No se sentía feliz. Había perdido a las personas que más quería en la vida y de una manera brutal. ¿Quién y por qué habían hecho una cosa semejante? Su marido era un hombre querido y respetado. También dedicado al mundo del espectáculo. Nunca le había conocido enemigos. Después de la noticia había caído en una profunda depresión que aún padecía. Había muerto junto con su marido y su hijo.

Quiso que la llevaran inmediatamente a su casa. No estaba para celebración alguna. Solo pensar que tenía que saludar a tanta gente la turbaba.

La habitación le pareció demasiado grande aquel día. Al entrar los recuerdos de su hijo y de su marido le asaltaron. Se desplomó en el lecho y pudo llorar de nuevo. Bañó la almohada con sus lágimas. Sintió que iba cayendo en un torbellino sin fondo.

Antes de entrar le ordenó a Laura de no molestarla por ningún motivo. Iría directo a dormir.

 

Las diez de la mañana y Amelia no había salido de su habitación.

Laura estaba preocupada. La señora no era de dormir hasta tan tarde. Llamó a Arturo el cual llegó en cuanto pudo.

¡Señora Amelia! – la llamaron mientras tocaban a la puerta –

¿Señora Amelia se encuentra usted bien?

Arturo no tuvo más remedio que tumbar la puerta.

El cuarto aún estaba en penumbras. Laura fue directo a abrir la ventana mientras seguían llamando a Amelia.

Ahí estaba. Tendida en la cama. Había recobrado toda la belleza de antaño. Parecía dormir plácidamente. A su lado dos frascos vacíos de diazepan 40 mg.

¡Amelia! – gritó Laura – se precipitó y la tocó. Yacía fría y no respiraba. Corrió al teléfono y llamó a emergencias.

Todo fue inútil. Amelia había acabado con su vida.

En su mesita había dejado una carta.

Su hermosa caligrafía desgranaba un mensaje que quería dejar de su puño y letra.

 

He interpretado Tosca. Nunca en mi vida había entendido y comprendido tan bien el personaje como hoy. ¿Para qué seguir viviendo si el amor ha muerto en tu vida, te lo han arrancado? Al morir Mario muere también Tosca. Su último gesto fue un gesto de amor.

No ha sido fácil tomar esta decisión. Mi infancia fue dura, difícil. Remonté y pude superar tantas cosas, pero esta última ha sido demasiado para mí. He tenido todo en la vida: fama, dinero, el amor tanto de mi hijo como de mi marido. En aquel brutal asesinato me mataron a mi también.

Me juzgarán, sé que lo harán, pero nadie puede saber lo que sufre una persona en su interior. Me llamarán cobarde porque no enfrenté la vida. Hasta al infierno me mandarán seguramente. No me importa. Lo único que sé es que no puedo vivir. Que mi vida terminó cuando le arrancaron la vida sobre todo de mi hijo.

Laura, perdona. Sé que sufrirás mucho por todo esto. Siempre estuviste cercana a mi. Fuiste una amiga y confidente. Ese tu afecto no pudo retener mi alma que lento moría. Solo te pido que mi cuerpo sea enterrado junto con Santiago y Javier. En la tumba que pongan la foto nuestra de familia, la que está en la sala.

Tuya para siempre.

Amelia



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