Norberto p.p.

Carta de un adiós.

Te escribo estas letras con la ilusión de que al llegar a tus manos, esos labios tuyos, las reciten con el mismo sentimiento con que hoy las declaro. Y como ese sentir mío que es tan profundo como el cimiento del mar, incalculable como el espacio que me lleva a lo más alto o a lo más bajo, es decir, a todas partes, quiero que sea la sensación que impere en tu interior para que así pueda llevar estas notas a lo más secreto de vuestro corazón.

Esta noche visto mi alcoba de sinceridad, el lugar que yo llamo \"la verdad de las mentiras\". Y cobijándome con el amor que nació entre cerros y carreteras, entre paisajes y veredas; entre tu mundo y el mío, en el cruce de un largo puente; me acuesto con la alusión y como siempre quiero verte, sigo inventando historias que comparten mi inspiración.

Hoy tengo la tarea de tenerte que olvidar y el pensar cómo te olvido. Pero para mí, olvidar ha tomado otro significado. En esta expresión algebraica de la vida he llegado a confundirme con las variables que la conforman, es muy probable que mi planteamiento abstracto tome un valor.  Y ese valor tarde o temprano, espero con gran credo, seas tú o alguien semejante a ti. Por eso quiero olvidarme en la visión de tus ojos que buscan siempre algo mejor y ya que me encuentre perdido y olvidado, no ser tu “ahora” pero sí tener la certeza que fui tu ayer, ese ayer que está más cerca del después.

Cito entre estas líneas aquel pensamiento japonés que dice: «Si lo pensaste decídelo, si lo decidiste no lo pienses». Hoy la eventualidad tomó de la mano a la razón para pensar, después haré el propósito de no pensarlo. Y esto quiere decir que ya he determinado un juicio. E implica que si no te ayudo a navegar cuando menos no arrojaré tu remo a la inmensidad.

Mientras el tiempo pasa y junto con él los años, al pasar los años en el tiempo y el tiempo entre nosotros; los meses transcurren en semanas, las semanas en días y mientras pasa un segundo tengo la oportunidad de decirte, hoy te quiero. Por ello no dudé en plasmar estas líneas en el libro de tu vida. Como quiero quererte, te quiero, y como te quiero, quiero quererte siempre. Si te digo esto es porque te aprecio, no en un cien por ciento sino en un ciento por diez. Y aún más, te amo porque te has convertido en la íntima de mi corazón. Y me gustó aprender de ti, por ejemplo, que la falta de palabras bonitas en el amor no hay que multiplicarlas con la misma dosis de abandono. ¡Incluso en los momentos que no aprendimos, aprendimos!

Ahora bien, mientras curamos nuestros días con nuestras noches y nuestras noches con nuestros días, dejaremos que el dolor que ya no duele pase por nuestros cuerpos para que al paso de los tiempos... seas como seas, así mismo quieras ser y yo también. Si alguna tarde camino por la avenida y te miro, te sonreiré; si te encuentro en los peldaños seguiré sonriéndote. Y cuando desde lo alto de una ventana te vea, desde ahí te permaneceré sonriendo. Y si vivo con penas y amarguras, si me sonríes, también te sonreiré. Si algún día me necesitas, llámame. Si de vez en cuando quieres que te diga palabras dulces al oído, lo haré. Si alguna noche quieres dormir pensando en mí, lo harás. Y si algún amanecer quieres quitarle el freno a los recuerdos de tantas horas que pasamos juntos, de esos momentos en el que la pasión y el acto ganaban nuestros cuerpos y nuestra mente; hazlo para que no tengas que lidiar con tus pensamientos y así tal vez en una ocasión podamos recordar que no olvidamos. Si en un momento quieres que te ame más, pídemelo y voy a querer.

Ojalá puedas repetir cada pensamiento. Mientras tanto, no volveré a mirar estas letras para no cambiarlas. Esperaré todo este tiempo que descubras, realmente, lo que quiero decirte. Entretanto, en ti reviva esa necesidad de tenerme o bien muera para tu bien y el mío.