Volver. Error.
El tiempo avanza ininterrumpidamente, vorázmente, empujándonos con sus agujas cícilicas sin piedad.
Nos transformamos.
Vamos y venimos.
Pero no volvemos. Nunca.
Ni al mismo lugar, ni al mismo estado, ni a ningún mismo.
Cada vuelta (y revuelta) nos renueva de otros yoes. Nos aporta puertas y llaves, infinitas entradas que serán atravesadas en un aquí y ahora único y constante.
De modo que, si en algún momento decidimos frenar, girar, mirar con ojos de ayer y regresar, debemos saber que, aunque conservemos las llaves, para entonces nos habrán cambiado las cerraduras.
(Afortunadamente).