rojo

Señora Mía

Señora mía,
sepa usted que la adoro
con tal idolatría,
que de noche le sueño
y de dia le lloro.
Que envuelve mi bogar triste
el remanso de sus olas,
al tiempo en que le interroga
¿porqué a este ser heriste?
Pero sus oídos cautos,
ahogados en privilegios,
no escuchan, ni dos arpegios,
ni lo audible del quebranto.
Y desde mi manso pecho,
impío, a dios con afán imploro,
le traiga hoy a mi lecho
y la recueste entre oros.
Señora mía,
sepa usted que la adoro
con tal idolatría
que le sueño de día
y de noche le lloro.