Siempre pienso en el fuego
A un mundo sin necesidades. Utopía. Sueño, lo sé...
¡Oh dicha!, ¡oh razón!, separé a un querubín del cielo, a veces me habla con un dejo de piedad, seca sus lágrimas con su manto de seda, jamás alza la voz, jamás injuria contra mí, y de pura fuerza, de pura audacia, le hago interrogaciones claras sobre el paradero del Señor de los cielos y calla y sonríe y el resplandor de su nimbo me deja cegado. Eso en mi interior, afuera la eternidad llegó hasta aquí, hubo tierra, hubo tiempo, hubo hombres, y así fue, mirándome en el agua para ver quién era, ya lo hice, y me vi solo, fundido en la memoria, claramente este es el mundo crispado, he contado ya todas estas cosas, y fue así, un silencio que no me espera.
Casualmente una noche como hoy vi un niño flotar sobre el río, salvado por las aguas, ¿de dónde vendrá?, ¡trémulos!, quizás esa es la respuesta del querubín, dicho sin coros, dicho bajo ninguna plegaria, al crecer este niño fue hombre y está en todas partes. Los árboles están quemados, y el pasto también, el fuego arde arriba y vengo a vivir aquí; los hombres hemos prometido todo: Bailamos, reímos, morimos, gastamos fortunas, lloramos, si fue daño, si fue miedo ya nada de esto es el paraíso como los dioses dispusieron.
Mis ojos manchados por un rojo oscuro; hoy el universo, jugando al otro lado como un duende que se lleva mi aire, no se aparta, se lleva la noche, se lleva el jamás; son sólo luces y hasta eso se lleva sin saber contar; alma mía que sabe bailar sobre las sobras del rebaño. Abrí los ojos, abrí la boca, abrí las manos, algo se está cayendo, es la infinitud sobre mi cabello, anclándome al abismo; me hablan los muros, oigo el llanto, oigo violines, como una rapsodia de alas cerradas.
Bajaré los brazos colmado de horror, mientras un dialecto suramericano me susurra, me dice: Yo soy ése, el oído, la vista del hombre, la luz sin freno, más rápido que el verso anterior, toda la vida atrapado tras las pestañas, cruzando prisiones, cruzando trincheras y un diluvio de tritones cayendo, es la infinitud sobre mi cabello, anclándome al abismo. Pude despertar hoy, nunca lo entenderán, el tiempo está desnudo bajo lo que se habla, y me esperan donde todo surge, alguien, alguien… todo surge y se derrite como las leyendas, pero nada de esto servirá, a menos que niegue la felicidad.
He visto la oscuridad sin fondo, botella al borde, la noche se bebe por sí sola, se abre, se escapa, se refleja contra los cristales, choca, brinca hacia mí, enormemente, y si fuera la paz una certeza, habría reventado ya mis vicios, y si fuera la paz una certeza, no necesitaría las puñeteras palabras ¡Ah…! el fin, gritado como una selva que se incendia, y un pájaro sin luz, y un golpe en la entrepierna ¡Oh dicha!, ¡oh razón! ¡Que Dios te bendiga! decía el querubín, decía el querubín…
ZugaZucchini