Es tu pálido cuello al sol, la flor de vainilla
con su suave aroma de candor,
y de ostentoso sabor más que el azafrán.
Tus finos hombros, son las colinas más perfectas de la tierra
que resaltan los límites de tu contextura
y que tu preciosura esculpída agiganta.
¿Quién aventuró remar ante la fuerza de las olas
por alcanzar tus tesoros de zafiro?
¿Por qué no dejo de ti, detalle incompleto quien te creo?
Por cuanto nacida fuiste para destellar delante de mis ojos
nada que faltara habría sido jamás;
por eso, mientras miras agraciada,
más se precisa tocarte con mi atención,
rozarte una caricia con los ojos.
¡Oh, mujer de piel clara! ¡de blancos pechos!
¡de pureza innata!
eres arte que florece.