Después de haberlo negado,
quizá cien,
quizá otras veinte veces;
me he resignado al destino inaudito.
Qué el día que de mi cuerpo
la necesidad sienta rechazar sus caricias
será el mismo
que mis pupilas no puedan volver a dilatarse.
Después de haberlo negado,
quizá doscientas,
quizá otras cuarenta veces,
me he resignado al destino inaudito.
Qué de tus miradas soy reén
y tus labios mi peor castigo.
Después de haberlo negado,
quizá trescientas,
quizá otras sesenta veces,
me resignado al destino inaudito.
Qué tu presencia en libertad
es el mejor regalo
que de un esclavo a su amo
se pueden otorgar.
Qué después de haberte negado,
cientos,
miles,
millones de veces;
a la idea me resigno
que de ti yo soy y de ti yo seré.