Jesús en la última cena anunció
que sería por todos abandonado
y el Apóstol Pedro enseguida ripostó
y quedó ante su arrogancia mal parado.
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En el libro de Mateo, versículo 16,18
Jesús enaltece a su Apóstol Pedro,
y fue precisamente éste y no otro
quien negó tres veces al maestro.
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Pedro, el primero de los Apóstoles del Mesías
sobre quién Jesús edificaría su iglesia,
negó al señor cumpliendo la profecía
relato éste, que la Santa Escritura cuenta.
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La Biblia no oculta este triste episodio
que sustenta la evangelización,
Jesús se mostró amoroso, sin odio
ante aquella triste y anunciada traición.
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Se dice que la negación de Pedro
es una gran lección espiritual,
donde se puso de manifiesto
la debilidad del hombre como tal.
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Una criada acusó a Pedro de andar con Jesús
éste responde, “no sé de que hablas”
y se hace el desentendido con esa actitud;
fue su primera negación, según la santa palabra.
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“Este es uno de ellos”, en segunda vez,
acusó la criada a Pedro nuevamente,
y el Apóstol negó de nuevo como ves
de manera frontal y muy consciente.
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“No hay duda, tú eres uno de ellos,
pues eres galileo” comentaron personas sin virtud
y Pedro pecó traicionando a su maestro,
pues ahora negó también, conocer a Jesús.
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Después de aquella tercera negación
el gallo cantó por segunda vez
cumpliendo así la bíblica predicción
y Pedro lloró por su mal proceder.
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Ya Pedro no era cabeza de la iglesia
ni roca firme como el Mesías lo alabó,
porque su tercera negación evidencia
símbolo del pecado cuando a Jesús rechazó.
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No puede afirmarse que Pedro era cruel
y que no amara a Jesús, su maestro
todo lo había dejado por seguirlo a él
y se sentía poderoso ante el resto.
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Pedro tenía ideas equivocadas
de que él salvaría al señor
y quedó una vez más demostrada
la tesis de que es Jesús el Salvador.
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Jesús sabiamente perdonó a Pedro,
ya no era la piedra angular, ahora era Simón
quedando ante los testigos ya resuelto
y nadie lo condenó por esa razón.
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Cuantos “Pedros” habrá en el mundo
que van negando sus creencias
y van perdiendo su rumbo
a plena facultad de sus conciencias.
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Evitemos el arrepentimiento tardío,
reconozcamos a tiempo nuestras fallas
antes que el gallo de la vida dé sus cantíos
cada vez que neguemos la palabra.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela