Mi poeta preferido
es Dios
con su padre nuestro
de cada día,
que me recibe en su posada
a altas horas
de la madrugada.
Lleva una barba de semanas
y calza unas alpargatas,
y me cuenta
que trabaja en la mina
y en una clínica
acompañando a las personas
enfermas y moribundas.
Y a los que moran
entre las celdas enrejadas
les ofrece su buena compañía,
y la claridad victoriosa
de una luz
con bondad infinita.
¡Ay Perpetuo Dios!
Que también estás
entre los frutos de la tierra
que comen las almas descarnadas,
en el dolor que no se va
y entre los pescadores de la mar.
¡Hosanna a Dios!