Mi diario como el otoño, lleno de hojas muertas.
Hondo y profundo lamento
Alegría previa a la desolación del invierno
raíces leñosas de dolor
arraigando en el núcleo de los sueños
Alma humilde
Ángel de tierra,
caduco
Misterio sencillo
del milagro
cotidiano
Fiera mansa
tu aliento
expira
y ondea
en los campos
secos de amapolas
Junto el verano que languidece
Con los faisanes que migran
Como los sauces que mudan
Tus noches
lentas
e imparables
toman tus días
y adelantan los cálidos atardeceres
de la Primavera de la muerte
Jinete del invierno
vestido de hojarasca
señor de la vendimia
oro, cobre y ámbar
Sonido húmedo
goteo incesante
Bosques humeantes
de vida y putrefacción.
Riachuelo alegre
alimentado por la tormenta
cantan las gentes
recolectando de la cosecha
hilvanando con juncos
en los recodos de algún charco
el descanso de la naturaleza