Norberto p.p.

Nuestro puerto

Se agitan obedientes las palmas al afán
del viento.
Desaparecen las sombras en el crepuscular 
pacífico. Errantes y desesperados van los
pájaros de la gusa.

 

Las golondrinas surcan el cielo
dorado de mi existencia y las bellas
zuritas se abrazan esperanzadas en los
troncos huecos después que diña la tarde.

 

Una nube gris inusitada, que llega, 
me guarece en el silencio y me lleva a
la claridad de tu entretiempo. Me atrapa en
la mención de tu risa, de tu canto. Y aunque
no estás, me pone a olerte, a pensarte
y a cantarte.

 

Te respiro entre estas cosas que no
tienen alma. Aprendo a verte desde
la distancia. Así se vive una gloria en
este lugar, en esta víspera de mi abril
disecado. Así vivo yo.

 

Así vivo yo y así te amo.
Así te amo mientras pienso en tus besos,
así te pienso y nazco a entenderte.
Así te quiero y en contraste, estás tú,
tan distante.

 

Mi horizonte son estas cosas en las
que escucho tu nombre. Este océano
de amor inolvidable donde viajan en
barcos los que trabajan por el cariño,
los que obran en días siguientes y hasta
el día en que descansan.

 

Así te pienso desde la tarde antes de
obscurecer en esta noche eco y sola: 
con la luna que destella la luz por los
que sufren como sufro yo sin tus ojos. 
Y en el mar que estalla entre rocas te
aspiro entre la brisa.


Te amo mientras me hago viejo. 
Te amo con el agua y con el fuego.
Este es mi destino. 
Este es nuestro puerto.