paraíso lejano
por tener tu morada
mi soledad
reza quince oraciones
bajo el hijo del carpintero
mi beso dejo en sus pies dorados
y un panal gigante punzándome siento
pero si tan solo es una estatua
y las estatuas no pueden amar
sí pero mira qué reales se ven esas espinas
mordiendo sus cuarenta trenzas
y toda la sangre en su cuerpo y espalda
y su mirada caída
de éxtasis triste
parece cargar nuestras penas
ah qué revolucionario
qué hermoso
qué enorme
ah si su dedo blanquecino y rojo
siempre dirigiese al mundo
seguramente
más sueños se harían realidad
para madres hijos y demás
pecadores