Extrañamente volvemos a la cópula
con el destino, las ojeras,
las cicatrices,
con las carnes vencidas
y con las preguntas.
Volver a entrepiernas
no es perdurar ni con Marías
ni hasta el año 3090.
Hubo el sueño de un hombre
que aglutinó edades
y personas y piedras filosofales
y estanques y alquimia.
Otro hombre soñó cuando vio al hombre
moverse debajo del microscopio
y condensó cifras y cosméticos
en neceseres y en bancos.
Y yo he seguido muriendo, mujer,
y tú vienes a mí con más tres, con más cinco
y cada vez nos amamos con más números
pero con menos números también, puesto que
se nos acorta la cuerda detrás de la espalda.
Y de aquí a mañana, o más real aún,
de aquí a antes de ayer ya nos morimos,
porque irnos muriendo no significa haber estado vivos
o haber besado la lluvia, así también
contar el puñado de edad en los viejos calendarios
no nos prueba nada,
ni siquiera que sabemos contar, peor sumar.
Pero es mejor cubrir todo con delirio
de tal manera que Matusalén seamos todos,
de tal manera que para morir
no nos duela tanto la idea.