“Vida después de la vida – Trascendental resurrección”
¿Y si en vez de poner lápidas plantáramos un árbol sobre las tumbas?
¿No sería precioso? Los cementerios se volverían frondosos bosques.
Cada árbol sería memorable, ya que representaría a un difunto,
ayudaríamos al orbe, por cada persona habría un árbol de recuerdos.
Siempre recuerdo a una apreciada amiga quien en una oportunidad
me invitó en la plaza Los Mangos de San Cristóbal, a abrazar árboles,
en ese momento me pareció incómodo y lo confieso hasta ridículo,
he reflexionado acerca de ese asunto y hoy le encuentro sentido…
Cuando abrazas un árbol, abrazas la Pachamama que nos da vida,
y rebobinando, en lugar de un costoso ataúd de lata u otro metal,
una sencilla caja de madera, de tal forma que al pasar el tiempo
el cuerpo y restos mortales sean un generoso y nutritivo abono
para un árbol que dará oxígeno, sombra y hasta posibles frutos
para la fauna o el prójimo en simbiosis de agradecimiento.
Para muchos sonará morboso, para mi humilde forma de filosofar,
simplemente un cambio de paradigma como manera muy natural
de trascender en el tiempo y el espacio, sin tanta genialidad,
(no entiendo la costumbre de huesos yertos sin ninguna utilidad…
“Dona tus órganos, Gea los necesita”, sería la ocurrente publicidad),
seríamos como esa estrella a varios años-luz de distancia
que resplandeció por miles de años por allá en otra galaxia
pero ya feneció como muere o desaparece todo en la Creación,
sin embargo, aún su luz continúa propagándose en el cosmos
y su energía contribuyendo a dar vida después de la vida…
En definitiva, una perspectiva justa sobre las posibilidades
que nos ofrece y obsequia en lontananza nuestro destino.