franklin blanco

Vado.

 

 

Anoche mientras dormía

descendió un ángel alado,

para llevarme hasta el vado

creyendo que fallecía.

 

De blanco todo vestía

con su cabello dorado,

y en el cerebro exaltado

una aureola tenía.

 

Con manos tiernas cubría

todo mi ser relajado,

y entre su pecho abrigado

vi que la gloria existía.

 

Un gran destello emitía

aquel arcángel sagrado,

y cuando se hubo elevado

mi alma, del cuerpo salía.

 

Ningún dolor yo sentía

estaba sólo extasiado,

atónito y fascinado

por lo que ahora veía.

 

Llegamos adonde había

un gran jardín encantado,

con bellas flores ornado

de donde nadie volvía.

 

Todo era paz y armonía

en ese edén consagrado,

porque el pesar fue borrado

y sólo amor reinaría.

 

Allí los niños reían

y el áspid era calmado,

ninguno estaba casado

y el viejo nunca moría.

 

Se respiraba alegría

yo estaba maravillado,

porque nadie era lisiado

y hasta los cojos corrían.

 

Entonces con alegría

mire a San Pedro sentado,

con las llaves a un costado

su barba cana lucía.

 

Él dijo que todavía

mi hora no había llegado.

¡Vuelve a tu mundo malvado

y escribe esta poesía!

 

Corrige a la masa impía

para que deje el pecado,

que en el momento anunciado

a todos nos juzgaría.

 

Tu prosa recién vestía

sin versos engalanados,

humildes pero arreglados

sacien la gente vacía.

 

Más tarde mi ánima fría

regreso al cuerpo dejado,

sabiéndome afortunado

porque del vado venía.

 

De aquel ensueño volvía

junto a mis seres amados,

pero mi vida ha cambiado

desde aquel bonito día.

 

Franklin Joel Blanco Aparicio.

Villa de Todos los Santos de Calabozo.

Venezuela.