El primer rayo de la luna llena,
se hizo beso de fuego en tu mirada,
tu pelo negro se bordó de estrellas,
la sonrisa en los labios te brillaba...
Te tomé de la mano lentamente,
te acerqué hasta mis brazos que esperaban,
el contacto divino de tu cuerpo,
con el mío, que ya era todo llama…
Cerré tus ojos negros con un beso,
deje caer tu ropa, que sobraba,
para ver el fulgor del paraíso,
en un reflejo de tu piel dorada.
Mis manos y mi boca en mil caricias,
recorrieron sin prisas y sin pausas,
el jardín del edén de tu belleza,
libando el néctar de sus flores mágicas.
Tu aliento emborrachaba en su perfume,
mi sangre se empapó de tu fragancia,
se quemaron mis labios al besarte,
y el sabor de tu piel me inundó el alma.
Ropas esparcidas, sábanas revueltas,
en el suelo dos copas derramadas,
y un lecho que el amor ha convertido,
en el más bello campo de batalla;
risas, llanto, suspiros y sudores,
gemidos de placer, tiernas palabras,
susurradas despacio, entre dos besos,
caricias nuevas para ti inventadas…
Varias veces los cuerpos estallaron,
pero una sóla vez explotó el alma,
una vez que duró toda la noche,
esta noche infinita sin mañana…
que se volvió perenne en tu sonrisa,
y se hizo eternidad en tu mirada…