A. Martinez

A tus pasos vengo.

A tus pasos vengo, desde el día,

de mi estatura desciendo para

entre tus tempranos ojos apoyarme,

como un grano perdido de sol,

o como una canción sin letra,

curado y blanco camino a ti.

Voy a tu luz de bronces limpios,

como el sonido de una campana;

en una voz profunda navego

entre tus senos y tus muslos,

amarrándome a tu cintura redonda

y al capitel alto de tu pelo nocturno.

Tus manos de selva centroamericana

son una cuna aromática de especias,

donde se mecen tiempos y aguaceros,

y en la tarde se refugian las horas,

se anudan los caminos, y nace la luna.

Te pareces tanto a una ola de palomas;

tu mi semilla, mi germinación, mi esfuerzo,

sabes a la primera sombra liberada,

cuando te abres como la vía láctea,

y te desplomas como un planeta nuevo

sobre la soledad blanda de mi pecho.