Que se lo diga mi silencio
gritándole a la soledad,
!un océano de caricias!
Yo te ofrezco la eternidad.
Que lo sueñe la noche
y lo reviva el día;
ya despertó mi corazón
que en letargia dormía.
Que hable la razón
y callen los mares,
sean ellos mis testigos
subiendo a los altares.
El camino se llenó de ti,
yo esperé en él,
murallas de cal construí
cerrando el paso aquel.
Y luego fue tu mirada,
también tú sonrisa,
fue tu cuerpo de nácar
desnudo por la brisa.
Yo acepté a vivir
y abracé tu mundo,
más no quiero partidas
que duren ni un segundo.
Como prelado que firma,
antes Dios yo juré:
vuelvan o no las tinieblas
por siempre te amaré.
Murallas de calizas, ¡sí!
para contener tu caminar
y con aquel peso muerto,
no pudieras escapar.
Ven, amor, abrazarme,
no tengas miedo,
que eres fin de las letras
de todos mis credos.
Cierro los ojos y respiro,
incólume tu aire inhalé,
son la vida de mis pulmones,
oxígeno con el que viviré..