Por ese mundo tuyo
de mágicos colores
y vívidos murmullos,
mi fiel planeta pobre
–qué amoroso- exhala
suspiros de flores…
Ah, y cómo me atrapa
el roce de tu luz
tan esperada…
Los pájaros del silencio,
tu promesa alimenta;
y, con suero de néctar
a mis sueños de colibrí…
Hasta que cada rama
de mi oscuro bosque muda,
con sonrojado frenesí…
Y las sombras de sus hojas,
por tu mariposa, nacen
como primaveras en mis manos
que, entre capullos, juegan
a alcanzar… la vera
donde crecen profundas
las raíces del querer.