Escribí una noche despejando almas
con razones miles e intenciones vagas,
azotes rosas en enredaderas planas
con lacónicas profundidades viceversas.
Escribí anhelantes caminatas
en caminos viciosos por el perjuicio
una carta a una porteña llorosa
que pisó con sus tacones de rizos.
Escribí un adiós a la mitad de algo
incrustado como vena retorcida
desprendió mi brazo de la tierra
todo este emporio hipócrita y humano.
La terca nubosidad de las tonterías
invade mi ser etéreo
y es aquí donde no vale
tomarte por completo.