He bajado a la calle, la noche fría,
todos los comensales lloran la ausencia,
va gimiendo a raudales la sombra impía,
incluso se oye el llanto de la porfía
denunciando a traidores de la paciencia.
Las pisadas resuenan muy despacito
anunciando el atisbo de muchos males,
de repente en el aire suena algún grito
lamentando el presagio que no está escrito
de honores muy escaso, falto de avales.
El rayo zigzagueante de una linterna
en un intento va la luz alumbrando
de algunos invidentes la gloria eterna,
el lamento escondido en una caverna
que murmura al oido un triste canto.
Desde la tasca un paso hasta el camposanto
cuando al alma la llevan ya ha fenecido
huelgan las plañideras, se murió el llanto,
hora ya es de correr, tupido, un manto,
se apagaron los rifles ya no habrá ruido.
©donaciano bueno
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