Al comienzo ella era una desconocida
y sonrié al oír su nombre
pero paulatinamente su voz derritía en silencio
en el laberinto de mi sentir,
hasta de nuevo un tiempo después
un amigo por casualidad nos presentó
en una presentación de un poemario
escrito por su padre años atrás
En versos le escribí mis pensamientos,
sobre nuestro mundo y sobre la vida,
me alentaba a escribir para ella
mi inspiración recogida en su jardín de musas,
sea con palabras de amor o pena
Hoy en día ella me acompaña siempre,
y toma mi mano para guiarme
por las noches de niebla en noviembre
o en paseos en abril por campos amarillos de narcisos,
un vínculo para toda una vida nos prometimos,
mi poesía y yo