Seguía un viejo caminante
buscando su alivio perdido
entre sombras entre olvidos
entre un canto dominante
del vacío constante.
Lo mire a lo lejos con mis heridas
abiertas lo sabía a él le dolía
las heridas que yo no veía
le dolía profundo lo sentía
pero mi mirada vacía no quería
perdonar sombras pasadas
ni camas vacías.
Entre el peligro de la soledad
íbamos los dos por mundo
por caminos distintos de la oscuridad,
nos conocíamos los besos
los te amo que jamás dijimos
porque no los sentimos.
Éramos todo, éramos nada
pasión tal vez a nuestra corta edad
veinte años quizás
y un vacío que esperar.
Autor: Fernanda Aracely Moreno