Llegas con la luna
que apenas es un brillo
que besa las cortinas
y te quedas a dormir
en las tristezas del vino.
Llegas desnudo
por la orilla del insomnio
obcecado y oscuro,
trayendo un mudo aliento
de caminos
y el frío visceral de la montaña.
Quieres, entonces, que te arrope,
que te vista de tal modo
que puedas presentarte ante la gente.
Pero mira: yo sólo tengo un traje viejo,
con rayas desteñidas
que alguna vez fueron,
eso sí,
metáforas brillantes,
una camisa hecha con pétalos de lirio,
y una corbata de apagadas rosas.
Buscaré un par de zapatos
que conocen las sendas
de sueños fascinantes
y esa mochila mía
llena de fantasías,
bosques, mares,
y poblados,
esquinas de tango,
roquedales con nieve,
campiñas florecidas
y ríos transparentes.
Ahora sí, puedes irte
a mezclarte con los ruidos
de la ciudad grande,
a andar entre el gentío
con sus urgencias vanas.
Mas… no te lo aconsejo,
mejor búscate una playa
solitaria y tibia,
o una fronda con destellos
que teje la laboriosa araña.
Ah… no te vayas aún,
prepara los bolsillos
(fíjate que no estén rotos)
Y aquí tienes:
Nobleza para tu corazón,
Humildad para tu alma,
Bondad para tus actos,
y además:
aromas de jardines,
un ramito de nostalgias,
un puñado de alegrías,
una carta de amor,
una mirada ausente,
un violín que se escucha
cuando llega la noche,
un rayito de plata,
un manojo de estrellas,
una lágrima de ella.
Y para la solapa
un clavelito rojo.
Pues bien, vete ya,
y búscate algún nombre:
Ya no eres el de antes,
aquel poema inédito,
desnudo y friolento
que se atrevió
-insolente-
a hurgar entre mis cosas.
(Y humildemente se quedó con ese nombre: “INÉDITO”)
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Imagen de la web: Volcán Lanín, Provincia del Neuquén, Patagonia Argentina.