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¡Ay, noche!, ¿cómo enciendes mis desvelos?,
Que atormentan mis ingratas angustias,
Como las flores, de bellas a mustias,
Y la noche fría igual que los cielos,
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Vá un roce de la caricia del viento,
Y aquí, en mi piel de porcelana en alma,
Se conjetura todo un mar sin calma,
Y yace en olvido lo que yo siento,
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La noche oscura de mi cielo en bruma,
Se torna pesada la incertidumbre,
Y en un segundo llega y que se esfuma,
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La gran cortesana noche en diciembre,
Se presume de nieblas en espuma,
Y, ¿dónde queda, aquella mente, en lumbre?.
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