Pobre perro campestre,
que vive tras la verja
en la caseta de madera,
que cree vivir libremente.
Hace años que dejó de sentir
las cadenas, el collar
que le roban la libertad
y no le dejan vivir.
A través de la reja metálica
admira el infinito campo.
Le hace sentir liberado,
pero solo lo roza su pata
Junto a la cancela,
repta hasta el horizonte
como reptil enorme,
la eterna carretera.
Por ella, surcando los campos,
ve el perro su fortaleza atacada
por monstruo a los que ladra
hasta que marchan asustados.
Pobre engreído chucho.
No llega a pensar que los gigantes
no huyen por su ladrido insignificante,
pasan ignorando al olvidado tuso.
Él se cree lobo temido,
que posee el mundo.
¡Ay! Pobre de tí iluso,
andas de ilusiones bebido.
Tú no eres y serás nada.
nada más que un perro
ni temido, ni fuerte, ni eterno,
no eres más que una alimaña olvidada.