I.
La aurora levanta la luna,
Cargada de voces moradas
Y ojos dilatados.
La mañana tiene pasillos sanitarios,
Para que pasen los elefantes
Con su trompa anunciadora
Como el gallo de la aurora,
Para despertar con sus colmillos de marfil,
Los campamentos donde duermen,
Los botones de los alfileres,
Que cosen los trajes de las alambradas,
Los cuerpos como ríos,
Son empujados por la corriente
Cabalgan en la mañana.
Por el suelo epilépticos
Entre charcos de sus propios orines
Hasta ser expulsados al mar.
II.
La aurora ha levantado
Sus cruces cargadas de castigo
Donde se pasa revista
En los corrales humanos,
En el idilio de la muerte.
III.
La arbitrariedad
Tiene necesidad,
De ser moral.
La arbitrariedad,
Tiene rostro,
Tiene nombres,
Tiene voz,
Tiene bandera.
Tiene conciencias que la protejan.
La arbitrariedad
Está reunida en un gabinete de crisis
En torno a una tabla redonda
En torno a un cáliz de sangre.
La arbitrariedad
Tiene terror
Tiene horror.
De que dejemos de ser morales.
Porque la moral
Es lo que nos debilita.
Nuestra ternura,
Nuestra compasión,
No salva de la muerte.
Y también nosotros,
Necesitamos ser fuertes
Para entrar en el mar.
Allí,
Un niño flota muerto entre las olas.
En nuestros brazos.
Y todos los dioses caen
Como en una plegaria loca y sin sentido
Que repetimos:
Tuya es la vida,
Tuya es la vida,
Tuya es la vida.
Mientras las barcas
Pasan por nuestro lado
Desembarcando.
Angelillo de Uixó.