De la lenta mirada de tus ojos
y tus labios desgastados por mis besos,
soy silencio diluido y luz dormida,
y soy brisa vespertina y casi viento.
Del latir de tu pecho desgarrado,
soy culpable de una noche prometida
al deseo sediento de tu sexo,
y me quema ya la piel en carne viva.
De la senda donde mis pasos ciegos,
incesantes buscan siempre tu guarida,
nada sé, pero presiento que es tu alma,
y soy reo encadenado de por vida...