Crece en mí un demonio alimentado por ti, por la hipocresía que me pintas en los gestos y manías que me brindas cada día al sonreír.
Crece en mí esa oscuridad, esa sombra que va consumiendo rayos de luz, que me ciega y me hace tropezar con un abismo de tormentos que pertenecen a alguien más.
Crece en mí la absurda necesidad de perderme a mí para recuperarte a ti, abandonándome a la orilla de una autopista, esperando que te acuerdes que sigo aquí y vengas por mí.
Crece en mí la inseguridad de estar en falso a lo alto de un edificio, sin alas, apostando mi vida a la zozobra que me causa una vez más tu partida.
Crece en mí este silencio atrapado en una celda de olvido y melancolía, me veo perdida en los minutos que recorren mi piel vacía y en los días que me desgarran el corazón.
Crece la distancia entre nuestras almas, una cada vez más lejos que la otra y la condena la cumplen nuestros cuerpos ausentes que nos destierran a un frío invierno.